¿ Nos hemos preguntado alguna vez, si realmente somos humildes?
Seguramente cuando vayamos a buscar la respuesta, no miraremos dentro de nosotros, sino que iremos a buscarla en nuestros actos hacia los demás, hacia las circunstancias, hacia el entorno para saber si realmente somos humildes. Pero desde mi sentir, para poder responder a esta pregunta, uno ha de buscar la respuesta en su interior, en lo profundo de su ser. Y allí en ese instante, sabrá si es humilde de corazón.
La humildad no empieza por nuestros actos hacia el exterior. La humildad no empieza por y para los demás. Sino que la verdadera humildad empieza por y para uno mismo.
La verdadera humildad empieza cuando uno permite verse. Cuando uno es capa de detenerse y observarse sin juicio alguno. La verdadera humildad empieza cuando uno permite ver que la interpretación que uno hace de la vida y de su entorno, no es real, si no que viene marcada por su historial personal, por sus miedos, sus inseguridades y sus necesidades.
La verdadera humildad empieza cuando uno se responsabiliza, sin juicio alguno, de todo lo que vive y experimenta, de todo lo que es de uno: sus emociones, sus acciones, sus no acciones, sus pensamientos, sus necesidades, sus apegos, sus miedos, su sentir.
La verdadera humildad empieza cuando uno se permite ver, a través de los demás, todas sus inseguridades, miedos, necesidades, etc. Cuando uno, en vez de juzgar, culpar, condenar o criticar al otro,se permite reflejarse a través de otro, se permite conocer a través del otro.
La verdadera humildad aparece cuando uno permite ver, en cada uno de sus actos, palabras, silencios, etc, su Importancia Personal. La verdadera humildad empieza cuando uno permite verse tal cual es, no como le gustaría ser, sino tal cual Es.
La verdadera humildad empieza cuando uno aprende que la felicidad no depende del entorno, sino de uno mismo. La verdadera humildad comienza cuando uno empieza a responsabilizarse de su vida.
Allí, en ese punto, empieza el camino hacia uno mismo. Allí, en ese punto, empieza el despertar. Allí, en ese punto, empieza el Universo que cada uno de nosotros llevamos dentro.
Cuento Sabio.
A un visitante, que a sí mismo, se definía como "buscador de la Verdad", le dijo el Maestro:
- Si lo que buscas, es la verdad, hay algo que es preciso que tengas por encima de todo. - Ya lo sé, una irresistible pasión por ella. - No, una incesante predisposición a reconocer que puedes estar equivocado.