El poder de la música, anima, consuela y sana. Es un lenguaje, una forma de comunicación que, de forma innata, todos poseemos, lo que facilita que cada uno le pueda dar su propio significado y desarrolle su creatividad.
Hace unos días asistí a un taller de musicoterapia, por primera vez. Fui con mucha expectación e intrigada por saber de qué iba todo aquello, y no me arrepiento.
La educadora social nos explicó que al relajarnos, la temperatura corporal baja muchísimo, por eso, ya nos habían avisado de que lleváramos una mantita, pero aún así, me quedé tiesa como la mojama. La próxima vez, me llevo una docena.
Nos tumbamos en unas colchonetas, y nos dijo que como cada cuerpo es diferente, al relajarnos, igual nos daba por llorar, como por reir. ¡ Para qué diría la palabra mágica! Toda la hora estuve mordiéndome el labio para que no se me escapara la risa. Entre esto, y que no quería perder detalle ninguno, creo que no conseguí relajarme mucho.
La educadora empezó a relajarnos con las respiraciones y a tensar y destensar los músculos del cuerpo. Después tocó unas teclas de un aparato que no recuerdo el nombre. Es como un maletín de madera, con teclas del mismo material, colocadas de manera peculiar, que al tocarlas emiten una música y vibraciones que te ayudan a relajar. También entonó unos cánticos, al estilo de los monjes del Himalaya.
Y por último, usó los cuencos tibetanos que también sirven para relajar y armonizar. ¡ Ya mismo me estoy comprando uno !
Al finalizar, nos regaló a todas una bolsita con un mineral dentro y unos proverbios. Nos tocó lo que nos tenía que tocar. Todo fue causal. Yo recibí una malaquita que es una piedra que absorbe las energías negativas y dos proverbios, que dicen:
" Sólo el pedernal del espíritu humano puede arrancar fuego de la música " Proverbio hindú.
" Por la ignorancia nos equivocamos y por las equivocaciones aprendemos " Proverbio italiano.
Me quedé muy satisfecha con la experiencia, y con muchas ganas de repetir.