Según la mitología griega, la princesa Filis de Tracia amaba a Acamas, hijo del gran heróe Teseo. Acamas había partido para combatir en la guerra contra los troyanos. A la caída de
Troya, cuando la flota ateniense volvió a la patria, Filis paseaba todos los días a orillas
del mar, con la esperanza de ver regresar a su amado. Después de nueve días de larga espera,
murió de aflicción, y la diosa Atenea la convirtió en un almendro, en memoria de su fiel amor
y su esperanza.
Cuando transcurridos tres meses, volvió por fín Acamas, se arrodilló ante el almendro, y
profundamente compungido pidió perdón por no haber regresado antes.
De repente el árbol se cubrió con miles de flores. De esta manera, Filis mostró su amor
incluso más allá de la muerte.
La esperanza nunca se pierde, y una patada en el culo, te empuja hacia adelante.